Piden al nuevo Gobierno un mercado laboral más flexible, menos barreras regulatorias, impuestos más bajos y un pacto por la educación.
Los propietarios de las empresas familiares han tenido esta semana su congreso anual y ha sido como una especie de terapia de grupo en la que han puesto en común problemas, intereses, análisis de la situación, deseos y años de historia, que son básicamente lo que les mantiene unidos con el objetivo común de ser lo más longevas posible y alcanzar la cuarta generación. Ignacio Osborne, presidente del Instituto de Empresa Familiar (IEF), aseguró que si se suma la longevidad de todas las empresas socias de la organización se llega a los 8.500 años de historia empresarial.
El espinoso asunto de la sucesión y la duda existencial de si este tipo de empresas tiene que buscar profesionales ajenos a la familia para pilotarlas o profesionalizar a miembros de la familia propietaria sobrevoló un año más en la reunión, en la que se congregaron ejemplos de ambos casos.
Las dos jornadas que duró el encuentro, que se desarrolló en La Coruña y fue patrocinado por Banco Santander y KPMG, tuvieron una inauguración por todo lo alto, con presencia del Rey Felipe VI, quien se mostró muy sensibilizado con estas empresas, a las que calificó de «columna vertebral de la economía». Y razón tiene porque las empresas familiares en España son el 90% del total, producen el 57% del valor añadido bruto de la economía y crean casi el 70% de los empleos privados. Y, fríos datos al margen, han mantenido el empleo en los años duros a costa de perder competitividad.
El Congreso tuvo varios ponentes. El primero fue el presidente de Inditex, Pablo Isla, que explicó someramente el recorrido que ha tenido esta empresa familiar hasta convertirse en uno de los líderes mundiales del sector textil, en base a la renovación permanente de las prendas y a una gestión muy lograda de la logística. Isla apoyó la tesis de que a más tamaño más longevidad para la empresa, quizás por eso la multinacional gallega tiene 70.000 tiendas en todo el mundo.
Otros de los empresarios que subieron al estrado a contar sus experiencias en empresas centenarias fueron Mauricio González-Gordon, presidente deGonzález-Byass, Ignacio Rivera, consejero delegado de Estrella Galicia y Joaquín Uriach, presidente del Grupo Uriach. Los tres coincidieron en la vocación de permanencia de sus empresas, razón por la que reinvierten los beneficios y mantienen su compromiso con los territorios donde están instaladas.
Tío Pepe y Biodramina
González-Byass, que fabrica el mítico Tío Pepe y nació en Jerez en 1.835, está ya en la quinta generación de la familia fundadora y González-Gordon aseguró que tiene adoptado un sistema de gobierno de la familia, un director general ajeno desde hace 50 años y, además, trabajan sobre el vínculo emocional. En el caso de Estrella Galicia es la cuarta generación y Rivera reconoció que «entre los hermanos hay rivalidades pero al final siempre hay respeto. Además, contó la anécdota de que unos asesores les aconsejaron que quitaran la palabra Galicia de su marca porque la convertía en algo regional. Ni que decir tiene que los mencionados asesores dejaron de trabajar con Estrella Galicia. Por su parte Uriach explicó que el secreto de las empresas longevas está sobre todo en la rentabilidad y en la innovación.
La perspectiva de una empresa familiar internacional la puso Jean-Charles Decaux, consejero delegado de la multinacional francesa Decaux, nacida en Lyon en 1964. Decaux explicó los orígenes de su empresa y cómo al fundador se le ocurrió financiar estructuras urbanas, como las marquesinas de autobús, con publicidad y a coste cero para las arcas públicas. La compañía es la número uno del mundo y está presente en 4.400 ciudades. Decaux aseguró que «si no eres el número es muy difícil competir en el mundo».
Para ilustrar la importancia que tiene el crecimiento para las empresas contaron sus experiencias Clemente González, presidente del Grupo Alibérico, Jorge Sendagorta, presidente de Sener y José Moya, presidente de Persan. Sendagorta relató el daño que le hizo la moratoria nuclear a su empresa de ingeniería por lo que decidió salir al exterior y, sobre todo invertir en tecnología para poder competir fuera «porque quedarse solo en España era la muerte», al tiempo que añadió que «en nuestra generación somos 15 primos pero en la siguiente son 50, de modo que si la empresa no crece no habrá nada para repartir».
Clemente González explicó que «la empresa empezó en 1996 y ahora tenemos 17 fábricas en 60 países gracias la compra de otras empresas, lo que nos ha hecho alcanzar un cierto volumen para poder competir a nivel global y desde luego invertir en innovación porque hay dos tipos de empresas, las que innovan y las que desaparecen. Los árboles si no crecen se mueren o se convierten en bonsáis, que solo son decorativos».
Por su parte José Moya, de Persan, habló sobre «la importancia de conseguir un cierto tamaño desde el que no eres atacable para lo que hay que invertir necesariamente en tecnología y en talento», al tiempo que criticó el «régimen tributario español, que no distingue entre plusvalías y el crecimiento con aportación de valor».
Además de las experiencias personales de algunos empresarios, éstos respondieron a las preguntas de una encuesta interactiva que dio como resultado una nota de «muy deficiente» para la situación política española, a la que calificaron de 1,79 en una escala de 0 a 9, (frente al 2,08 que obtuvieron en 2015). La situación económica, por el contrario, obtuvo una nota mejor, de un 5,31 en la misma escala, similar a la del año pasado, pero positiva en cualquier caso. Esta razonable situación de la economía española es la que les permitirá aumentar ventas en 2017, tal y como espera el 69% de los empresarios que, como consecuencia, aumentarán plantilla, tal y como aseguraron el 48%.
«Recados» para el Gobierno
Además de las perspectivas para sus negocios la encuesta les planteaba cuáles debían ser las prioridades para el nuevo Gobierno, y ahí no se ahorraron nada. Por amplia mayoría le pidieron al nuevo Ejecutivo que ponga en marcha un gran pacto nacional por la educación a largo plazo, ya que hay diferentes indicadores que relacionan mejores niveles educativos con un mayor tamaño medio de las empresas. Y, como no podía ser de otra manera, los empresarios pidieron un mercado de trabajo más flexible y eficiente, una disminución de las barreras regulatorias, mayor eficiencia en la Administración Pública e impuestos más bajos y simples. En resumen, una auténtica carta a los Reyes Magos.
Desde el punto de vista de los empresarios familiares si se pusieran en marcha todas las medidas que ellos piden las empresas ganarían tamaño en España y facilitaría su longevidad, y serían más resistentes a las crisis, sobre todo en el caso de las pymes, que son las más vulnerables. Osborne explicó que «cuanto mayores son las empresas, mayor es su capacidad para invertir en I+D+i, su especialización, su productividad, la formación de sus empleados, el acceso a los mercados de capitales y, en general su capacidad de competir en los mercados internacionales». En materia fiscal el consenso fue que el tipo general del impuesto de sociedades debería ser del 20% y no del 25% para facilitar la reinversión de los beneficios.
Sendagorta, que tuvo una intervención muy directa, como no podía ser de otra manera al ser vasco, fue más allá y aseguró que echaba de menos una mayor complicidad entre empresarios y Gobierno central, «lo que no se da quizás por la mala imagen que tenemos los empresarios en este país o por el miedo de los políticos a acercarse a nosotros por los casos de corrupción en los que hay algunos implicados, pero la realidad es que necesitamos complicidad con la Administración, como se da en el caso del País Vasco, donde la relación es fluida y se navega en la misma dirección».
Solo el 20,4% de las pymes está internacionalizada
El director general del Instituto Empresa Familiar, Juan Corona, presentó en el Congreso un avance del estudio «La dimensión empresarial como factor de competitividad», que elabora la entidad y del que se extrae que un 95,7% de la estructura productiva española no supera el límite de los 10 trabajadores. Un 55,4% no tiene asalariados y un 40,3% tiene alguno pero no supera los 10. Un 3,6% son pequeñas empresas, un 0,6% son medianas y un 0,16% son grandes. El informe también revela que la media de empleados por empresa de 1,7 trabajadores, muy por debajo de la media europea. Los resultados también son negativos en materia de productividad ya que la española se encuentra en una tasa del 50% de valor añadido por ocupado, casi 18 puntos por debajo de países vecinos como el Reino Unido. La longevidad del 50% de las empresas españolas no supera los tres años. En cuanto a internacionalización, un 20,4% de las pymes tiene actividad en el exterior, frente al 27% de sus homólogas europeas.