La sucesión es el gran obstáculo de las sagas empresariales. Contar con un protocolo que incluya otros documentos con validez jurídica, como un testamento, es clave para la supervivencia del negocio.
Que una empresa pase de padres a hijos puede parecer un cambio lógico para que ésta permanezca en el tiempo. Sin embargo, mezclar negocios y familia no siempre es buena idea. De hecho, tan sólo una de cada diez empresas familiares sobrevive a la tercera generación, y apenas un tercio consigue llegar a la tercera.
Los propietarios familiares son conscientes de que la supervivencia de su negocio depende de su anticipación al relevo generacional. Por ello, es necesario establecer un protocolo familiar que asegure tanto el presente como el futuro de la empresa.
El protocolo debe ir acompañado de otros documentos de carácter jurídico y, de manera prioritaria, los testamentos familiares, especialmente cuando varios hijos pretenden hacerse con el control de la empresa. De esta forma, el protocolo tendría la naturaleza y las garantías legales propias de los contratos.
Aun así, el momento más crítico surge cuando hay que gestionar la herencia del negocio, porque muchas veces a algunos herederos no les gusta lo que el propietario dispuso en su testamento. En estas situaciones, podría suceder que alguno de ellos decida incumplir la voluntad del patriarca, con lo que termina estallando una larga batalla judicial en el seno de estas familias.
Pero estaría perdida de antemano, ya que los protocolos deben contemplar una serie de sanciones económicas ad cautélam contra los posibles insubordinados.
Otra posible causa de enfrentamiento es que el propietario haya designado en su testamento a un sucesor de la empresa que no cuenta con el beneplácito del resto de la familia. Aunque siempre prima la voluntad testamentaria, en estos supuestos se interpretaría como un deseo, pero no como una fuerza vinculante.
De este modo, el resto de herederos del consejo de familia podría ejercer su derecho de veto, o agrupar la fuerza accionarial suficiente, para despojar al sucesor de su puesto. Incluso podrían reunir tal poder como para intentar arrebatarle su posición al propietario aún en vida, como ocurrió con los casos de Gullón y Eulen.
No obstante, los patriarcas cuentan con ciertos mecanismos de defensa contra estos insurgentes en potencia. Algunos de ellos pueden estar recogidos en los protocolos, como, por ejemplo, la prohibición de que ciertos familiares trabajen en la empresa.
Pero también, en la misma línea, blindando la mayoría del capital social de la empresa, o creando alianzas con herederos de confianza para agrupar una mayoría accionarial.
Cómo asegurar la sucesión
– Hay que alcanzar un acuerdo de voluntades previo entre los miembros de la familia que participen en el protocolo.
– Es recomendable consultar a un asesor independiente, que además pueda mediar entre los parientes.
– Se deben regular tanto los objetivos como los valores del negocio, e incluso los de la propia familia.
– Es importante establecer unas reglas de actuación en la empresa, así como las correspondientes sanciones en caso de incumplimiento.
– Los expertos recomiendan que se unifiquen las condiciones del protocolo con las del testamento.
– Si existe una buena comunicación, se evitará que los roces familiares afecten al negocio.