El pasado 8 de octubre, el reconocido alfarero granadino celebro un cumpleaños muy especial, su centenario. Su familia lleva más de treinta generaciones dedicada en Granada a la cerámica de Fajalauza
En pleno Albaicín, junto a la famosa Puerta de Fajalauza, en un antiguo arrabal nazarí, se ubica la fábrica de cerámica de Fajalauza de la familia Moreno Morales, una joya de la historia andalusí que alberga en su interior el único horno árabe que queda en Granada.
La cerámica de Fajalauza es toda aquella cacharrería popular, hecha en barro vidriado y decorado, elaborada, desde principios del siglo XVI, en el Albaicín de Granada. ‘Fajalauza’, en árabe, quiere decir Puerta del Collado de los Almendros. En su tiempo, esta apertura era uno de los seis accesos que tenía la muralla del Albaicín para llegar a la parte más alta del barrio, donde, ya extramuros, se ubicaba el arrabal de los alfareros. Fue allí, con técnicas hispano-árabes, donde nació esta forma genuina de trabajar la cerámica.
El estilo de las cerámicas de Fajalauza está marcado por unas señas de identidad muy características, basadas sobre todo en el vidriado estannífero (es decir, a partir de estaño) y en el uso del color azul o verde para la elaboración de decorados con motivos vegetales. En ellos, el protagonismo solía tenerlo una fruta, la granada, aunque también eran frecuentes otras figuras, como pájaros, lacerías o símbolos heráldicos con águilas bifrontes.
Los alfareros expertos en este tipo de cerámica solían modelar fuentes de solero plano o abombado, tazones, cantarillos y jarras de cuerpo globular, así como las famosas jarras alcarrazas, decoradas con caracolillos y curvas entrelazadas, que dieron lugar al dicho «Verde y con asas, alcarraza».
En el año 1517, cuando comenzó a elaborarse este tipo de cerámica en Granada, la familia Morales ya formaba parte del gremio de olleros (como se llamaba entonces a los que trabajaban con loza). De entre todas las factorías antiguas de la ciudad, las de la familia Morales Moreno son las únicas que todavía mantienen esta tradición centenaria heredada de los árabes.
El 8 de octubre de 1921 nacía Cecilio, convirtiéndose en la trigésimo tercera generación de alfareros de cerámica de Fajalauza de la familia Morales Moreno. Desde su más tierna infancia, aprendió los secretos de este arte, mientras la historia de nuestro país seguía su curso imparable.
Para que puedan hacerse una idea de lo que significa haber cumplido cien años, basta con señalar que Cecilio fue testigo directo, entre otras cosas, del reinado de Alfonso XIII, de la dictadura de Primo de Rivera, de la II República, de la guerra civil española, del régimen franquista y de los más de 40 años que se cumplen de democracia. Este alfarero centenario podría recordar, incluso, el día en que asesinaron a García Lorca o las últimas noches que pasó Manuel de Falla en Granada.
Ahora, tras toda una vida dedicado a sus cerámicas, aconteciera lo que aconteciera, Cecilio Morales puede presumir, por ejemplo, de haber restaurado el paño de azulejos del Patio de los Arrayanes de la Alhambra. “Le aseguré al arquitecto de la época que era capaz de hacer los azulejos igual que los originales. Entonces me pusieron a prueba y me pidieron que hiciera un metro detrás de uno de los portones y, cuando vieron el resultado, dijeron: ‘¡Qué siga, qué siga!’, porque estaba muy bien hecho”.
Aunque el encargo que recuerda con más cariño es, probablemente, el que le hicieron los príncipes belgas: “Yo hice los azulejos de la piscina de la reina Fabiola de Bélgica”, cuenta Cecilio con orgullo. Azulejos que costaron, «en aquella época, un millón de pesetas”. Sin embargo, afirma que la obra más cara que realizó no fue esa, sino una en el Puerto de Motril. “La que nos dejó más dinero, que yo recuerde, fue la del edificio de las Oficinas del Puerto”, asegura. “Había que hacer todo un tejado a partir de tejas pequeñas vidriadas, esmaltadas en verde y en blanco, formando dibujos. Aquel fue un trabajo muy difícil, del que estoy especialmente orgulloso”.
«Cuando yo trabajaba con mi padre, la fábrica tenía más de 50 empleados”, recuerda Cecilio con mucha nostalgia. “Éramos tantos”, asegura, “que en Semana Santa nos encargábamos de ser los costaleros del Nazareno del Vía Crucis». Aquella fue una época de esplendor para la loza de Fajalauza, puesto que, a principios del siglo XX, esta técnica alfarera empezó a ser conocida en el extranjero.
«Nuestra cerámica estuvo en la Exposición Universal de Bruselas, antes de que yo naciera”, relata Cecilio. “En 1929, estuvo también en la Expo Iberoamericana de Sevilla, que fue un acontecimiento muy importante». A partir de entonces, las piezas de Fajalauza adquirieron una fama sin precedentes, convirtiéndose en uno de los souvenirs más representativos de Granada. El propio príncipe Rainero y la actriz Grace Kelly fueron algunas de las personalidades ilustres que visitaron la fábrica.
Además de uno de los alfareros más solicitados de nuestro país, Cecilio Morales ha sido profesor de cerámica artística durante 34 años en la Escuela de Artes de Granada. “Por las mañanas estaba en la fábrica, con mi padre, y luego, por la tarde, a las cinco, iba a la escuela, y estaba allí hasta las nueve”, afirma con emoción. “Me gustaba muchísimo. Me pasaba todo el día con la cerámica”.
Porque para Cecilio no ha habido mayor pasión durante su longeva vida que la de llevar a lo más alto la tradición alfarera de su familia. Hoy es posible disfrutar de toda su historia en la Fundación Fajalauza, creada por sus sobrinos para que este valioso legado no se pierda.
Fuente: lavozdelsur.es